lunes, marzo 25

Fue duro eso de darse cuenta de que, después de todo, no ibas a ser nadie. Pasaste la infancia imaginando un futuro lleno de éxitos. Dabas por hecho que tenías todo el tiempo del mundo para conseguir lo que querías, que la vida era eterna y que la muerte era sólo una posibilidad. Los cursos pasaban lentamente y todo era siempre tan igual que dudabas de que algún día llegara el momento de preocuparse. "Estudiaré medicina o seré una famosa actriz" te decías, dando por hecho que sería fácil conseguirlo. Luego llegaste al instituto y ahí las cosas empezaron a precipitarse. Comenzaste a sentir que no formabas parte de toda esa estructura, pero seguías teniendo buenas notas sin apenas estudiar y eso te aliviaba, pensabas que tenías talento para llegar a algo. Luego vinieron las tormentas. Tu cerebro se declaró en huelga y el rendimiento académico empezó a bajar. Adiós a medicina y a cualquier otra carrera importante. Lo cierto es que en esa época te sentías tan mal que ni siquiera te ponías a pensar en ello. Llegaste a la universidad por pura inercia, porque es "lo que hay que hacer" para "ser alguien". Tu carrera no te disgustaba, pero tampoco te gustaba. En los últimos años has empezado a sentir vértigo. Estás igual que al principio. Todos estos años no sirvieron de nada, tal vez un título que a nadie le importa, papeles mojados y conocimientos que desaparecen tras los exámenes. Lo peor es que no eres una "xxxxxx" frustrada, ya que eso tendría fácil solución: luchar por conseguir estudiarlo o trabajar en ello. Eres la intrahistoria y no la historia. Y eso es algo que no consigues asumir.

lunes, diciembre 10

Elegir

Esta palabra lleva unos días dando vueltas por mi cabeza como un globo sin atar. ELEGIR. Y no elegir de cualquier manera, sino, encima, hacerlo bien. Siempre he tenido un problema con las elecciones. Elegir es, según dicen los diccionarios, "Escoger, preferir a alguien o algo para un fin.". Vale. Me aclara mucho. Una preferencia es "Inclinación, predilección o elección de una cosa o persona entre varias". Bueno, ya paro de buscar en el diccionario. A veces creo que el diccionario me explicará las cosas, así como explica las palabras... pero no.
Elegir, para mí, significa otra cosa. Creo que elegir es aquello que queda tras desechar el resto de las opciones. Y eso es algo que aún, y con la adolescencia ya un poco lejos, no he conseguido aceptar. Esto me recuerda a cuando Raquel me explicó hace ya unos cuantos años lo que era el coste de oportunidad. En su día no le di mucha importancia, pero según va pasando el tiempo y empiezo a tomar decisiones lo comprendo cada vez más. Y el coste de oportunidad cae entonces como una losa. Me da la sensación de que, una vez que aquello que he decidido es irrevocable, siempre la elección podría haber sido otra. Eso nunca se sabe, claro, ya que el hecho de elegir algo trae tras de sí muchas consecuencias en cadena que a su vez dependen de otros factores que no se pueden prever.
Luego está el hecho de que, muchas veces, no sé si las cosas que ocurren, para bien o para mal respecto a un tema en concreto dependen única y exclusivamente de la decisión tomada o hay otros hechos que han cambiado la percepción de las cosas. ¿Cómo saber si una decisión que has tomado es buena para ti, si hay otras tantas elecciones que han modificado tu estado de ánimo? ¿Cómo saber si hiciste bien o no en echar a aquella persona de tu vida? Puedes estar peor y que no se deba a ella, o sí, o...
Debería ir a clase de inglés. O no.

lunes, noviembre 19

Casi dos años

¿A qué viene este silencio? Oh, creo que he empezado a escribir de una manera demasiado abrupta. No me importa, en realidad las correcciones no existen, no son más que mentiras.
Hace casi dos años que no escribo en este ciberlugar. Y no ha sido por falta de ganas, por vaguería ni nada parecido. Varias veces me he sentado delante del teclado incapaz de insertar una palabra. Normalmente tengo tantos tabúes que se me quitan las ganas de publicar nada. Escribo una palabra y está mal, no es perfecta, nada es perfecto y eso es odioso, ¿a quién le va a interesar esta bazofia? Y luego voy y me suscribo a un curso coleccionable del Planeta de Agostini, pensando que así, tal vez, se me ocurra algo. La verdad, una inmensa tontería.
Lo peor de todo es que ni a mí misma me gusta ya leer. He perdido todo el interés por la ficción. Si acaso, conservo algo de curiosidad por el aprendizaje de la ciencia, la historia y la filosofía, pero de historias ficticias y metáforas preciosas nada de nada. Y creedme, me fastidia muchísimo. Si me aburre a mí misma leer, ¿cómo voy a pretender que me guste escribir? Y lo peor: ¿cómo pretendo que les guste a los demás?

Luego está la promesa de mejorar, de llegar a la perfección algún día, o al menos a ser una persona de esas que las miras y piensas "oh, quiero ser como ella". Me canso sólo de pensar en ello, y aún así no sé explicar ni un poco esa sensación. Saber de ésto, de aquéllo, no decir que no a nada, hacer cursos de mil materias distintas, aprender a todo cuando el cuerpo sólo pide descansar y la cabeza quiere huir de una maldita vez. Los miles de proyectos que han quedado y quedarán sin acabar, como la promesa de un superhombre nietzscheano que nunca llega. 

Y todo para que, en realidad, tras leer este párrafo, sólo quede el mismo vacío e imperfección que había antes, casi dos años después.

jueves, enero 13

Zzzzzzz


Qué sopor, ¿quieres sopa? No, mejor no, la sopa tiene pasta y la pasta tiene intercambios... Como no quieras una maldita infusión...

martes, enero 11

No queda nada de tiempo para que se acabe el tiempo.

Mi abuelo ha cumplido hoy ochenta y tres años. Y no sólo él ha cumplido años últimamente. Por cada año que cumplen mis abuelos parezco envejecer diez, por todo lo que he desaprovechado, por las veces que han intentado contarme historias y yo me desentendía. Ahora soy yo quien les pregunto, de hecho uno de mis propósitos de año nuevo es visitarles más a menudo, me encanta aprender de ellos. Recuerdo tantas cosas, la mayoría en verano, en Canencia. Cuando aprendí a montar en bici en el huerto, que mi abuelo me llevaba del asiento, con la vieja muñequita negra que se bañaba conmigo en mi piscina hinchable azul, mi abuela sentada, primero en la cocina viendo la tele, y un poco más tarde en el jardín, respirando el olor penetrante de la hierba recién cortada, observado como todo se iba cubriendo con un halo dorado según se acercaban las ocho de la tarde.



Cuando cortábamos una rosa roja y mi abuela le arrancaba los pétalos, los mojaba de saliva y me los ponía en las uñas, como si fueran uñas largas, postizas, de actriz de Hollywood. Cuando iba hasta la Cerquilla con mi abuelo de la mano, siempre me han dado mucho miedo las venas de las manos de mi abuelo, que más que ser venas parecen grandes tuberías verdeazuladas, sobresaliendo de la piel, blandas pero firmes, formando casi un puente palpitante sobre el dorso de su mano. Cuando íbamos hasta allí, él con su boina de estampado vichy, su piel quemada por el sol, yo pequeñita, agarrada de su mano, me daba pánico soltarle... E íbamos hasta el molino y la poza de Vistalegre y a mí me daba miedo que le pasara algo. Me habían contado que tenía una cosa mala en el corazón, como el día en que tuvo la angina de pecho y me fui a casa de la Bibi a comer pizza y helado, recuerdo una ambulancia ese día, o tal vez otro, o tal vez lo haya soñado o inventado... Pero estaba con él por allí arriba y veía esas grandes tuberías, y pensé en la muerte, en lo que le quería, me agarré tan fuerte a su mano que incluso aplasté aquellos grandes puentes verdeazulados.




viernes, enero 7

Veo la luz, o si no la veo, quiero verla, intento verla, me esfuerzo por verla. Y eso ya es un gran cambio, porque he pasado mucho tiempo intentando buscarme en mi encierro, lamentándome por cosas que jamás cambiarán, siendo demasiado idealista. Me estoy dando cuenta de lo rápido que pasa la vida, joder, y aunque vaya a sufrir mucho ya está, la actitud tenía que ser otra, a pesar de que mi naturaleza sea más triste que alegre, más noche que día, ya basta de lamentarse de los putos genes y de los putos traumas infantiles. Ya está, 20, 21, 22 y pronto se acabó, colorín colorado, tu vida has malgastado (llorando).




jueves, diciembre 16

Si adaptarse es sinónimo de lamer culos, ser un falso, un bienqueda por el tuenti y algo muy distinto en la realidad. Si adaptarse es fingir, actuar, hacer muecas, comer caviar u ostras. Si es lo mismo que renunciar a tus principios por dar una imagen que no es más que la proyección de tu penosidad mentida, si es así... Creo que tengo que estar orgullosa de ser una inadaptada.