Descaradamente rota por su epicentro vibrante. Me contemplaba con sus labios húmedos, mojados, empapados en saliva disuelta, fundida con otros fluidos. En un vaivén golpeteaba con sus caderas el suelo ardiente, quemaba el suelo con la profunda lava. Dirigía sus movimientos sin mover, sin apenas contraerse. Rompía en ácido recalentado y se quemaba a sí misma. Mojada. Empapada. Disuelta. Líquida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario