sábado, abril 17

Viernes veintitrés

Bajo la manta invernal empieza a secarse el aire. La primavera ha empezado, las noches no son tan frías y a mí me gusta arroparme. Duermo con un peluche, con el peluche que tú me regalaste. Yo nunca había dormido con nada, ni siquiera de pequeña, ni con un peluche ni con una muñeca, hasta que dormí contigo. Por eso, cuando me regalaste a Yelo, él se convirtió en ti durante las noches en las que no estás. Pero yo ya tengo calor. Son las seis de la mañana, la nariz seca y el malestar propio del insomnio. Te echo de menos, sí. Oigo algo que me sobresalta, no es casualidad. La vibración del móvil a esas horas me hace pensar que algo malo ha pasado, que me dirás que te gusta otra, no lo sé. Pero qué tonta soy. Es todo lo contrario. Te llamo. Me llamas. Me dices que me echas de menos. Que sientes no poder estar a mi lado. Que quieres abrazarme. Lloras. La primera vez que te oigo llorar en los casi dos años que me has regalado. Me siento triste. Yo siempre soy la que llora. Tú el fuerte, yo la débil. Pero no es así. Me doy cuenta. Me quieres, me quieres mucho, y te duele, al igual que a mí. Estamos juntos. Sí. ¿Lejos? No. Te oigo respirar.
Nunca nadie estuvo tan cerca estando tan lejos.

1 comentario:

Alfonso dijo...

Hoy es viernes 23.. y se derretirá el Yelo.
¡Ay... nuestras siestas!