lunes, septiembre 20

Son las cuatro y treinta y siete de la madrugada y no puedo dormir. Intento no analizar mi vida durante los próximos minutos y siento cierto malestar que no es ni frío ni calor. Me gustaría salir a la calle ahora mismo, me encanta la temperatura que hay fuera a estas alturas de la noche. Me gusta el olor de las ciudades, su escala de grises, su música ruidosa y distante. Me siento vacía, ya me estoy analizando otra vez, como siempre. Recuerdo nombres e imágenes que fueron producto de mi imaginación hace mucho tiempo, pero que no por ser mentira dejan de hacerme daño.
"Las ciudades son hermosas", pienso, nada de verdor ni sol que puedan distraerme en mi destrucción de cerebros rotos. Quiero caminar descalza por las aceras y que llueva, y que se formen charcos multicolor tras el paso de los coches. Quiero romper paradas de autobús y ver los cristales, entre translúcidos y verdosos, brillar bajo la luz del sol. Siento ganas de comérmelos, parecen caramelos Respiral. El olor de la estación de Nuevos Ministerios es maravilloso.
Me apasionan las estaciones de tren.

1 comentario:

Alfonso dijo...

A mí también me gustan las estaciones de tren. Sobre todo aquellas en las que te bajas tú.

No comas cristales, yo te doy todos los caramelos Respiral que quieras, cariño.