lunes, febrero 15

Philips, 1963

La vida es un despropósito, y nadie me lo avisó cuando estaba a punto de coger el taxi. Allí me encerraron y fuera no había nada. ¿Qué es mejor, la nada o un todo terriblemente feo y vacío? Miro a mi alrededor y no veo más que diferencias maquilladas de rosa. Chicas que se pintan bien y otras que apenas saben trazar una raya inmensa sobre su ojo enrojecido. Pero debajo todo es igual, aunque te intenten convencer de lo contrario. Una multitud tan adorable y original, tan ciertamente elegantes en las fotos que decepcionan al cruzar dos palabras. Todos somos tan asquerosamente humanos, frágiles, débiles, malvados, tristes, tan iguales al final, tan clonados, tan odiosos, tan caducos, tan poca cosa...
Y sin embargo las diferencias durante la vida se hacen tan, tan acusadas que más bien parecemos las dobleces de una camiseta sin planchar. Las nubes blancas nos nievan en el pelo y en el alma, y nos volvemos fríos, pero seguimos tratando de parecer hermosos, de sacudirnos la humedad, de sonreír inútilmente, como si tirasen de nuestros labios hilos finos de pescar. Y tiene gracia que un hilo sea aún más fuerte que nosotros, si somos menos que un hilo, ¿qué somos?
Los huesos se ahuecan y sin embargo nos hacemos pesados, salimos, bailamos, bebemos y todo contra nuestra voluntad, que nos invita insistentemente a caer y no levantar jamás, a dormir y a abandonarnos. Pero hemos de seguir maquillándonos, hemos de seguir marcando esas diferencias que hacen a unos tan desgraciados y a otros tan exitosos. Y todo ello mientras avanzamos hacia en mismo vacío sin fin, mientras nos pudrimos a cada instante.
Viajamos en la cinta magnética de un cassete a punto de acabarse y al que conviene dar la vuelta de una vez.

1 comentario:

Alfonso dijo...

Puede que la cara B te guste más.