martes, enero 11

No queda nada de tiempo para que se acabe el tiempo.

Mi abuelo ha cumplido hoy ochenta y tres años. Y no sólo él ha cumplido años últimamente. Por cada año que cumplen mis abuelos parezco envejecer diez, por todo lo que he desaprovechado, por las veces que han intentado contarme historias y yo me desentendía. Ahora soy yo quien les pregunto, de hecho uno de mis propósitos de año nuevo es visitarles más a menudo, me encanta aprender de ellos. Recuerdo tantas cosas, la mayoría en verano, en Canencia. Cuando aprendí a montar en bici en el huerto, que mi abuelo me llevaba del asiento, con la vieja muñequita negra que se bañaba conmigo en mi piscina hinchable azul, mi abuela sentada, primero en la cocina viendo la tele, y un poco más tarde en el jardín, respirando el olor penetrante de la hierba recién cortada, observado como todo se iba cubriendo con un halo dorado según se acercaban las ocho de la tarde.



Cuando cortábamos una rosa roja y mi abuela le arrancaba los pétalos, los mojaba de saliva y me los ponía en las uñas, como si fueran uñas largas, postizas, de actriz de Hollywood. Cuando iba hasta la Cerquilla con mi abuelo de la mano, siempre me han dado mucho miedo las venas de las manos de mi abuelo, que más que ser venas parecen grandes tuberías verdeazuladas, sobresaliendo de la piel, blandas pero firmes, formando casi un puente palpitante sobre el dorso de su mano. Cuando íbamos hasta allí, él con su boina de estampado vichy, su piel quemada por el sol, yo pequeñita, agarrada de su mano, me daba pánico soltarle... E íbamos hasta el molino y la poza de Vistalegre y a mí me daba miedo que le pasara algo. Me habían contado que tenía una cosa mala en el corazón, como el día en que tuvo la angina de pecho y me fui a casa de la Bibi a comer pizza y helado, recuerdo una ambulancia ese día, o tal vez otro, o tal vez lo haya soñado o inventado... Pero estaba con él por allí arriba y veía esas grandes tuberías, y pensé en la muerte, en lo que le quería, me agarré tan fuerte a su mano que incluso aplasté aquellos grandes puentes verdeazulados.