viernes, junio 26

Angoulême

Ver cómo desdibujas las líneas que delimitan mis circunvoluciones, ver cómo haces de mí un algodón en degradé es mucho más de lo que me merezco. Sé que jamás seré feliz, pero me gusta que tú lo creas, me llena de luz. Y esos pequeños momentos en los que todo es perfecto (y si todo fuera así). Ese pequeño momento en el que el pánico se esconde y nos deja a solas, a ti y a mí.
Y si nos quedáramos a vivir para siempre en aquella tarde, en esa pequeña aldea de Versalles... Y siento miles de insectos que me recorren de arriba a abajo cuando te descubro, casi por casualidad, mirándome, sonriendo. Y me siento en calma cuando puedo llorar abrazándote. No quiero que te vayas nunca. No quiero volverme loca. No quiero tratarte peor de lo que tú mereces. Y mereces mucho.


Me gusta cuando suena el despertador de tu móvil en París, y retrasas su sonido diez minutos más, mientras me susurras y me abrazas. Me gusta el tacto que ejercen tu piel y la piel de la cama en mi piel: las tres juntas, desnudas. Me encantan tus suspiros cortos y fuertes cuando duermes. Me gusta que te duermas tan rápido. Me gusta mirarte.


Me gusta tocarte con disimulo, me gusta tu cara de circunstancia. Me gusta ver películas contigo, me gusta, porque nunca podemos terminarlas. Me encanta la parte trasera de tu coche, se ha convertido en mi segunda casa. Me gusta tu saco de dormir en invierno, me gusta que me arropes, me arrulles, me acurruques en tus piernas.


Quiero ladear mi cabeza y que caiga en tu hombro, quiero ladear mis lágrimas y que caigan en tus manos. Quiero que toques, que estrujes, que hagas lo que quieras con mi alma. Quiero besar tu esencia, taladrar el aire que nos separa. Quiero, quiero, quiero...


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